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El universo se encogió 
en madejas fantasmales 

El universo se encogió en madejas fantasmales es una exposición que se inspira en el vasto número de productos culturales creados a lo largo de finales del siglo xx y en el siglo xxi en los cuales artistas, activistas y ciudadanas han recurrido a prácticas textiles (coser, bordar, tejer, zurcir, entre otras) para evidenciar el colapso de los sistemas políticos, económicos y sociales que dominan el estado actual del mundo. Dada su asociación común con expresiones femeninas, estas prácticas han sido etiquetadas como formas primitivas, prelingüísticas o incluso infantiles de relacionarse con la realidad y se les niega por consiguiente la posibilidad de participar en la configuración general del mundo. Con esta problemática en mente, la exposición reúne obras en distintos medios, al igual que documentación derivada de movimientos sociales, donde tejer o bordar es un vehículo para la enunciación política e histórica de sujetos subalternos.

Algunos de los ejemplos más conmovedores de esta situación pueden encontrarse en América del Sur durante las décadas de 1970 y 1980, bajo el yugo de las dictaduras militares. A raíz de la desaparición de miles de personas llevada a cabo por estos regímenes, las mujeres recurrieron a sus roles domésticos como madres, esposas y hermanas, convirtiéndose en una fuerza de resistencia fundamental. En Argentina, las Madres de Plaza de Mayo, un grupo autoorganizado de madres de “desaparecidos”, implementaron distintas estrategias creativas que les permitían protestar y les brindaron la visibilidad necesaria para evitar ser detenidas. Por ejemplo, bordaron sobre pañuelos blancos los nombres de sus familiares ausentes –junto con las fechas de desaparición y leyendas tales como “aparición con vida”– y los portaban públicamente, sobre la cabeza. Durante años se reunieron en los tribunales, en las calles y en plazas de la ciudad portando sus velos distintivos, un recordatorio de la presencia espectral de sus seres queridos. En Chile, la dictadura de Augusto Pinochet produjo un clima de represión aún más intenso donde las mujeres se refugiaron en actividades que tendrían lugar bajo el cobijo de las iglesias locales, las cuales ofrecían un espacio seguro; las mujeres de clase obrera se reunían allí para poder platicar y cocinar juntas. Tal sensación de protección les permitió mitigar su dolor bordando escenas en appliqué sobre arpilleras (sacos de papas hechos de tela) que difícilmente podrían contarse de otra forma: hambruna, asesinatos, desapariciones, tortura. Esta herramienta terapéutica se volvió esencial para la denuncia pública a nivel internacional y, así, las arpilleras fueron importadas posteriormente por una asociación religiosa de derechos humanos y vendidas como artesanías.

Ambos ejemplos resaltan el concepto de metis, que informa ampliamente la exposición. El antropólogo James C. Scott reinterpreta este concepto griego en Viendo como un estado, libro donde destaca el uso de conocimientos empíricos, prácticos y locales –al igual que habilidades populares– para resolver problemas que, en sus palabras, son destruidos rápidamente por el capitalismo burocrático y reemplazados por procesos estandarizados. Scott empleó este término en relación con operaciones estatales de gran escala (por ejemplo, el diseño urbano) que por lo general fracasan en sus cometidos. La mayoría de las obras aquí reunidas han sido creadas sin preocuparse por la originalidad o la destreza artística. Por el contrario, dada la indiferencia y negligencia estatal, su existencia es detonada por la necesidad imperiosa de resolver en mano propia sus problemas. El universo se encogió en madejas fantasmales ofrece por lo tanto un itinerario fragmentado y selectivo donde se ensamblan varias formas de contraproducción, término inspirado en la contracultura cuyo objetivo es desafiar al statu quo. La contraproducción plantea que la producción cultural puede oponerse a los principios mediante los cuales se le asigna valor a sí misma (esto es, como objetos singulares de arte) al igual que a la producción industrializada. Ciertamente, los objetos culturales pueden socavar las narrativas históricas que sostienen a entidades opresivas (el estado, el capitalismo, etc.), pero es necesario reconceptualizar el papel que desempeñan dentro de estos sistemas.

Los intentos llevados a cabo por estas obras para desestabilizar la hegemonía de estas narrativas están influenciados en gran medida por el surgimiento y la expansión de nuevas disciplinas y metodologías de investigación: los estudios postcoloniales, la teoría queer, la crítica a la etnografía y, principalmente, la teoría feminista. Sin embargo, la propuesta se distancia de prácticas que se postulan como activistas (por ejemplo el craftivism) y en vez busca propiciar nuevas formas de concebir la producción histórica. Al resaltar la naturaleza duracional de las actividades originarias y domésticas como lo son tejer, coser y bordar, se aboga por la socialización de eventos históricos en lugar de su experiencia aislada e inmediata.

En manos de las artistas involucrados, la potencialidad de estas prácticas para convertirse en vehículos de una política emancipatoria es explorada mientras se transforman en aliadas para imaginar, trazar, proyectar y demandar un mundo distinto. Llevando a las espectadoras por distintas coordenadas, El universo se encogió en madejas fantasmales trata temas relacionados con el trabajo, la vivienda, los derechos de las mujeres y la violencia política desde la lente de aquellas quienes han sido consideradas, desde una perspectiva hegemónica, sujetos subalternos. Espero que éste sea el punto de partida desde donde comience a desenmarañarse un archivo donde convergen la política y la poética, un compendio selectivo y fragmentado del colapso de la condición neoliberal.

Además de reunir el trabajo de nueve artistas locales de distintas generaciones, la exposición desplegará un archivo visual de las principales referencias que nutren a la investigación: movimientos sociales, modelos no occidentales de transmisión histórica y formas de almacenamiento de información, así como de narración literaria, que desafían la tradición inventada de las prácticas textiles como meros procedimientos técnicos que evocan sensibilidades “femeninas” dentro del orden patriarcal.

Fabiola Iza 

Eunice Adorno, Sandra Calvo, Virginia Colwell, Verónica Gerber, Ana Hernández,
Teresa Margolles, Marge Monko, Nuria Montiel , Chantal Peñalosa, Rafaela Tellaeche. 

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